Hannes Sjöblad imagina un futuro en el que para abrir una puerta los seres humanos solo tendrán que apuntar con la mano. Y no es magia, es tecnología; este es el inicio de la humanidad aumentada.
Este sueco de 45 años ya se ha implantado varios sensores en su organismo. Fundó la Asociación de Cyborgs de Suecia y una agencia llamada DSruptive Subdermals, que prototipa y desarrolla tecnología pensada para el cuerpo humano. Un ejemplo reciente: un módulo compatible con tecnologías NFC de teléfonos y que incluye un led que se ilumina en la mano.
Todavía no ha explotado, pero Sjöblad tiene claro que el futuro pasa por la “humanidad aumentada”. Elon Musk comparte esta idea.
El un concepto de una humanidad mejorada por la tecnología todavía no se instala en el debate público; sin embargo, es un tema que a Kaspersky, famosa firma de ciberseguridad, sí le interesa. Tan es así que tiene departamentos volcados en esta industria y hace unos días organizó un seminario web para hablar sobre su potencial y desafíos.
También Kaspersky publicó un informe con datos muy reveladores. La mayoría de los adultos encuestados por la compañía creen que los seres humanos deben ser libres para mejorar su cuerpo con tecnología, pero todavía se preocupan sobre el impacto social que esta pueda tener a largo plazo.
La humanidad aumentada y la biónica son conceptos que tienen mucho que ver. Puede ir desde una prótesis hasta un sensor subcutáneo. Pero esto abre un mundo de riesgos en cuanto a la privacidad de nuestros datos. ¿Qué harán las empresas con el nivel de colesterol de las personas? ¿Mejorarán sus ventas si saben que sus clientes duermen mal?
En el seminario web de Kaspersky participaron algunas personalidades con biónica o sensores instalados en su cuerpo.
Tal es el caso de Bertolt Meyer, profesor de Psicología en el Trabajo y en la Economía en la TU Chemnitz de Alemania. Él tiene una mano biónica, es popular en YouTube por subir videos explotando sus posibilidades e investiga cómo ha cambiado la percepción de la sociedad sobre los discapacitados cuando estos llevan prótesis biónicas. También consiguió hackear su mano biónica para conectarla a una mesa de DJ y controlar la música con su mente.
“Ya no hay lástima. Es fascinante. Y lo fascinante es todo lo contrario de lo discapacitado”. Sus estudios, dijo, investigan cómo la biónica tiene “el potencial para cambiar la percepción de las personas discapacitadas” y no solo desde un punto de vista “funcional”, sino también “psicológico”.
Pero la biónica no es el único componente de la humanidad aumentada. ¿Qué ocurre cuando la tecnología no reemplaza ninguna necesidad, sino que busca potenciar las capacidades? Los encuestados por Kaspersky temen que esta tendencia pueda dar lugar a desigualdades (23%) o generar conflictos sociales en el futuro (19%).
Ahí, la biónica suele dar paso a dispositivos conectados, es el internet de las cosas (IoT, por su siglas en inglés), pero debajo de la piel. Actualmente casi todo el mundo lleva puesta un reloj o una pulsera inteligente capaz de medir la calidad de sueño del usuario. Incluso el nuevo Google Nest incluye un radar capaz de determinar tu calidad de sueño sin necesidad de un wearable.
La propuesta de Hannes Sjöblad es precisamente eso, tener implantes conectados.
Sjöblad también se define como un “biohacker”. “Con un pequeño implante puedo usar mi mano para abrir puertas sin tocarlas o como billete de tren en Suecia”, destacó. “Solo estamos al principio del despliegue de esta tecnología y mi visión es que esta pueda llegar a todo el mundo”.
Suecia se ha convertido en uno de los países en los que más normalizado está el debate sobre las capacidades de la humanidad aumentada.
“Creo que la escena aquí es muy activa y consigue atención gracias a toda la experimentación que hay. La sociedad sueca es muy comprensiva con la tecnología. Mucha gente trabaja en el sector o comprende la industria”, dijo.
Lo que genera, por tanto, oportunidades, “como conseguir datos en tiempo real de tu organismo”.
Y desafíos. “Yo soy usuario pero también proveedor. Y todo esto es importante abordarlo desde la perspectiva de los derechos humanos. Es de una importancia crítica”, dijo.
“Si hay un implante en mi cuerpo, ¿me pertenece a mí o le pertenece a la empresa que lo ha desarrollado? Si requiere de un servicio de suscripción, ¿qué pasará si me desuscribo? ¿Dejo de recibir actualizaciones?”. ¿Podrá seguir la empresa aprovechándose de esos datos?
La ciberseguridad abordada como un derecho humano. El pilar de una conversación “que hay que tener”, a juicio de Hannes, “porque no es lo mismo un dispositivo IoT conectado en el hogar que una tecnología realmente integrada en nuestro cuerpo”.
Marco Preuss, director del GReAT (Equipo de Investigación y Análisis Global) de Europa en Kaspersky también intervino en el seminario.
“Tenemos que tener cuidado con esta tecnología. Hannes lo ha explicado muy bien; y no es solo una cuestión de seguridad. También es una cuestión de derechos fundamentales y privacidad”, detalló.
Y de igualdad. El temor de muchos de los encuestados por Kaspersky es que esta tecnología genere desigualdades. Hannes es claro en ello. “El perfeccionamiento humano no debe considerarse como una solución de alta tecnología para unos pocos privilegiados. Debe ser asequible y accesible: todo el mundo debería poder disfrutar de los beneficios que aporta”.
Algo con lo que Preuss, de nuevo, está de acuerdo. “Aunque encontramos un amplio apoyo e interés en las tecnologías Human Augmentation en toda Europa, existe una preocupación comprensible sobre sus implicaciones para la sociedad”.
“Los gobiernos, los líderes de la industria y las personas que han perfeccionado sus capacidades deben unirse para ayudar a dar forma al futuro de esta tecnología, con el fin de garantizar que esta emocionante industria se desarrolle de forma regulada y sea segura para todos”, consideró.
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