Vivimos en una era donde prácticamente todos nuestros dispositivos son inteligentes: desde nuestros teléfonos y relojes, hasta refrigeradores, televisores e incluso hogares. Sin embargo, este concepto no se queda ahí y puede expandirse a una comunidad entera. Esto es lo que se conoce como smart cities o ciudades inteligentes.
Se estima que actualmente existen poco más de 100 ciudades inteligentes en el mundo, pero ¿en qué consisten realmente? Básicamente, son urbes que están incorporando conocimientos derivados de dispositivos del Internet de las cosas (IoT) y otros sensores en la gobernanza de espacios compartidos, como carreteras, vías fluviales, aeropuertos, puertos marítimos, instalaciones deportivas, universidades y más.
Podría ser sencillo brincar a la conclusión de que una ciudad inteligente es todo sobre la tecnología; sin embargo, Sameer Sharma, General Manager Global de Intel, dice que si pudiese viajar en el tiempo y replantear la frase, él usaría el término «happier cities» (o ciudades más felices).
«Una ciudad es inteligente si usa los niveles adecuados de marcos regulatorios, diseño adecuado de políticas, modelos de inversión y soluciones tecnológicas; todas enfocadas a mejorar la calidad vida de sus ciudadanos», dice Sameer en entrevista con Expertos en Línea.
Implementar soluciones digitales en tareas urbanas puede significar una mejora en distintos rubros de nuestra vida diaria como ciudadanos. Sameer da un ejemplo sencillo, pero que va al punto.
Él vive en la ciudad de San José, California; explica cómo algo cotidiano, como arreglar una luz de la calle averiada, es ahora un proceso más sencillo gracias a la implementación de la tecnología.
«La lámpara en la calle afuera de mi casa se había averiado y llamé para reportarlo. En 24 horas alguien vino y la arregló. Hablé con la persona que vino y le pregunté ‘¿cómo pueden hacer esto tan rápido?’. Me dijo que en el pasado, cuando reportabas esto se creaba un folio de papel. A lo largo de semanas, este se sumaría a muchas otras requisiciones y todo se llevaría a cabo de manera manual. Ahora todo el proceso es automatizado: cada mañana esta persona obtiene una ruta que le dice cuáles son las lámparas que no funcionan y la ruta óptima a seguir para no gastar combustible y tiempo para poder arreglarla en 24 horas», explica.
Esto, de acuerdo con Sameer, es una idea muy sencilla; sin embargo, invita a reflexionar sobre lo que significa para un ciudadano que exista un sistema inteligente capaz de permitir este nivel de eficiencia para labores como esta.
«En la noche cuando regreso de hacer la despensa no me estoy tropezando por la calle; cuando camino con mi familia por la calle, nos sentimos más seguros. Todos estos casos de uso simple que, si bien pueden tomar el elemento de la tecnología, se tratan más de involucrar a todo mundo; de unir a los ciudadanos, los trabajadores de la ciudad y los encargados de tomar decisiones para que sepan que estas herramientas pueden mejorar nuestra calidad de vida», explica.
El ejemplo pasado es algo llevado a una experiencia personalizada; sin embargo, las ciudades inteligentes pueden ayudar a que una comunidad entera sea mucho más funcional y eficiente de diversas maneras, así como ofrecer varios beneficios a través de sus soluciones.
Por ejemplo, según el estudio ‘Smart cities: digital solutions for a more livable future’, elaborado por McKinsey, estas son capaces de reducir las muertes hasta en 10% y la carga al sector salud por enfermedades en 15%. También pueden acelerar las respuestas de emergencia en 35%, disminuir el tiempo en traslados diarios de las personas en 20% y cortar las emisiones de efecto de gas invernadero en 15%.
Sin embargo, estos beneficios llegan debido al análisis de la información que las ciudades inteligentes recaban; y con cada vez más personas migrando a zonas urbanas, esta es muchísima. Por lo mismo hay que pensar qué se puede hacer con toda la data que se genera.
«Antes de la pandemia estábamos añadiendo tres millones de personas cada semana (esto sería aproximadamente la población de Hidalgo) en áreas urbanas a nivel mundial; así de fuerte era la migración urbana», explica Sameer. «Cada semana creábamos prácticamente una nueva ciudad de manera global. Obviamente, esta migración impacta en nuestra calidad de vida: congestión de tráfico, viviendas asequibles, problemas de la calidad del aire, etc.», agrega.
De acuerdo con una investigación hecha por el equipo de Sameer en Intel y la firma Harbor Research, las ciudades inteligentes produjeron aproximadamente 16.5 zettabytes de data solo en 2020. Un zettabyte es un billón de gigabytes, o aproximadamente tantos gigabytes de datos como tazas de café de 325 mililitros cabrían en la Muralla China. Ahora la pregunta es: ¿Cómo almacenarla y darle uso?
De acuerdo con Sameer, en cinco o 10 años se podría pensar en poner esta data en la nube, debido a las capacidad de almacenaje y computación ilimitada de la tecnología; sin embargo, cuando hablamos de zettabytes de información, hablar de almacenamiento no es suficiente. «La nube será usada mucho, pero debemos volvernos más inteligentes sobre dónde analizar la data; saber cuál necesita ser guardada y cual no», explica.
Sameer pone un ejemplo: ¿vale la pena guardar 24 horas del tránsito que pasa en la ciudad o aquella que nos dice si la congestión de tráfico está incrementando? Analizar la segunda nos permitiría saber los puntos clave donde se ocasiona la congestión, qué semáforos habría que reprogramar, si sucedió un accidente y qué tan severo fue para saber qué servicios enviar. A nivel ciudadanía, también nos ayudaría a saber si existen opciones de estacionamiento cercanas para usarlas y bajar así la congestión. «La decisión de qué data guardar y cómo analizarla debe estar respaldada por un evento», dice Sameer.
Estos son ejemplos de cosas que los ciudadanos queremos. Al saber qué data analizar, se puede mejorar la calidad de vida de toda la ciudad.
El equipo de Sameer en Intel habló con personas de todo el mundo sobre los desafíos para la vida urbana y encontraron tres áreas clave:
A pesar de tener estos puntos en común, es innegable que cada ciudad es diferente y puede que tenga que enfocarse en distintas prioridades.
«Algunas ciudades estarán más contaminadas, así que quizás esas se cuestionen cómo manejar su política de tránsito o saber qué industrias operan en el perímetro de la ciudad y ligar todo eso para mejorar la calidad del aire. Otras quizás se ubican en la costa y, con el creciente incremento de las aguas marinas, su prioridad es pensar en cómo podrán prepararse para los siguientes 15 o 20 años. Hay temas en común y prioridades, pero hay algunas que deben ser personalizadas e hiperlocalizadas para las necesidades de una ciudad en particular, y eso es lo que hacemos con nuestros socios», explica Sameer.
Sobre cuáles son los factores que deben estar presentes para que las ciudades inteligentes prosperen, Sameer dice que lo primero es la visión. «Tienes que pensar en grande porque cuando creas una ciudad inteligente su objetivo es tocar o mejorar la vida de cada ciudadano; así que debes de tener visión. ¿Qué necesita ser esta ciudad en 10 o 15 años? ¿Cuál es tu marca? Piensa en grande y empieza pequeño», dice.
Sameer agrega que para que una ciudad inteligente sea exitosa debe existir un liderazgo claro y el involucramiento de la ciudadanía. «Alguien debe decir: ‘quiero esto para mi ciudad y mis ciudadanos’. Debe ser parte del diálogo político y también debe incluir a la ciudadanía.»
La segunda pieza es claridad en los fondos, porque se puede tener las mejores intenciones, pero sin los modelos de negocio adecuados para apoyarlas y un ecosistema que se adecúe, nunca se tendrá lo necesario para alcanzar el éxito.
La tercera parte es una buena asociación con sectores públicos y privados, así como decisiones tecnológicas adecuadas.
En México existen cuatro urbes que son consideradas ciudades inteligentes por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Estas son Maderas, en Querétaro; Ciudad Creativa y Tequila, en Jalisco; y Smart City, en Puebla. Una quinta podría ser la Ciudad de México, que si bien cuenta con aplicaciones que la podrían hacer entrar en la categoría, no es 100% inteligente.
En México no se tiene una cifra exacta en cuanto a la inversión en ciudades inteligentes; sin embargo, el mes pasado la Confederación de Cámaras Industriales (Concamin) conformó la Comisión de Smart Cities para crear entornos atractivos de inversión para los empresarios y de colaboración público-privada que conlleve al desarrollo de estas, acorde a los compromisos de sostenibilidad adquiridos agenda 2030 de la ONU.
Sin embargo, la inversión en ciudades inteligentes en otros países ha sido una prioridad, incluso durante la pandemia. «En junio o julio del año pasado, el gobierno de Singapur anunció que incrementaría el presupuesto de digitalización un 30%; en medio de la pandemia», cuenta Sameer.
No es sorpresa entonces que Singapur encabece el índice de ciudades inteligentes 2020 de Instituto de Desarrollo Gerencial (IMD); la Ciudad de México se encuentra en el lugar 82 de este índice.
En la Worldwide Smart Cities Spending Guide de la firma International Data Corporation (IDC), se muestra que el gasto global en iniciativas de ciudades inteligentes para 2020 sería de 124,000 mdd, un aumento del 18,9% con respecto a 2019.
Las ciudades inteligentes requieren de tecnologías autónomas, aplicaciones de robótica y redes 5G, Esto significa una inversión que podría alcanzar los 327,000 mdd en los próximos años, de acuerdo con IDC.
Pese a ser relativamente nuevos en el aspecto de las ciudades inteligentes, Sameer dice que México cuenta con el potencial suficiente para desarrollar aún más ciudades inteligentes y mejorar las actuales.
«Creo que el esquema que comentaba anteriormente— que sea parte del diálogo político, tener compromiso de sus líderes y tener alianzas en el sector público-privado— es algo que absolutamente aplica a México», dice.
«Creo que Intel, con nuestra presencia en el país ya sea en Guadalajara o Ciudad de México, siempre buscamos extender una mano e interactuar. Se ha hecho trabajo con la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, específicamente en cómo podemos ayudar con nuestros socios en temas como seguridad pública. Definitivamente vemos ciencia inteligente, pero creo que aún hay mucho trabajo por hacer y mucho potencial de impacto; es un viaje continuo», agregó.
La pandemia trajo consigo varios retos en temas de ciberseguridad en todo el mundo. Y las ciudades inteligentes también tienen el reto de enfrentar esto.
«En el mundo de la ciberseguridad hablamos sobre esta noción de superficie de ataque; en otras palabras, qué parte de la infraestructura [tecnológica] está expuesta y podría ser atacada», explica Sameer. «A lo largo del mundo IoT, entre más dispositivos se conecten entre sí, la superficie de ataque se incrementa.»
Un segundo problema con el tema la ciberseguridad, de acuerdo con Sameer, es que se trata de la gente y el talento. «Estamos combinando tecnología operativa con cosas físicas: puentes, señales de tráfico, líneas de crudo con infraestructura digital. Es muy importante que las personas que tienen antecedentes en estas respectivas áreas trabajen entre sí, porque es muy difícil encontrar personas que sepan mantener un oleoducto y también hablar de como prender y apagar paredes de manera remota», explica.
Sameer dice que las claves para mitigar riesgos son: tener una infraestructura sólida con tecnología operacional y tecnología de información, asegurarse que las soluciones que se construyan se basen en estándares abiertos y contar con una visión holística que contemple la totalidad del sistema y sus eslabones más débiles.
«Decimos que una cadena solo es tan fuerte como su eslabón más débil; no importa qué infraestructura estás construyendo si hay una persona que no está siguiendo los protocolos de seguridad necesarios o software que no se haya probado adecuadamente. Esto vuelve todo el proyecto débil desde una perspectiva de la ciberseguridad».
Sobre si la pandemia podría derivar en un impulso en la inversión de los gobiernos en ciudades inteligentes, Sameer dijo: «Un gran ¡SÍ! Así, en mayúsculas y signos de admiración. Absolutamente. Ha sido un gran reto: recibimos llamadas de todas partes del mundo y aún no podemos viajar, pero estamos usando los beneficios de la tecnología— como las llamadas de Zoom en todo tiempo del día para tener estas conversaciones.
«Yo predigo que en dos años, las ciudades inteligentes realmente inteligentes usarán este reto para acelerar su digitalización», dice.
Sobre el futuro en general de las ciudades inteligentes tras la aceleración digital derivada de la pandemia, Sameer se dice emocionado por cómo estas soluciones empezarán a integrarse naturalmente en nuestra vida cotidiana casi sin darnos cuenta.
«Taxis voladores y otros casos de uso parecidos sucederán, pero para mí la parte más emocionante es que la tecnología que estamos construyendo en las ciudades inteligentes va a empezar a desplazarse al fondo y nos ayudará sin estar frente a nuestras caras», dice.
«Creo que ahí es donde tendrá el mayor impacto: la basura será recolectada en la mejor manera posible y será reciclada; nuestro tráfico será más fluido; si hay un accidente, tendremos una respuesta adecuada al mismo, y estas cosas solamente serán. Pensaríamos que ya lo tendríamos, pero aún no hemos llegado ahí, pero para mí esa es la transformación más grande», concluye el experto.
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