Imagínate lo siguiente: dos osos de peluche se dirigen a Valencia desde Shanghái. Los fabricaron en el mismo lugar con los mismos materiales y por los mismos trabajadores pero se cargan en barcos diferentes. La razón: van a parar a jugueterías distintas.
Aunque sean iguales, cuando estos hipotéticos osos lleguen a Valencia tendrán huellas de carbono diferentes. Eso se debe a que viajarán en distintos modelos de barco, a distintas velocidades e incluso con distinto combustible.
Ya sea por exigencias de los reguladores europeos o por promesas hechas a accionistas y clientes, las grandes empresas que fabrican todo tipo de productos, desde láminas de aluminio hasta cierres, prometieron algún tipo de objetivo de reducción de emisiones.
El gigante de los juguetes Hasbro, por ejemplo, prometió alcanzar las cero emisiones netas para 2050; esto es una reducción del 40% para 2030.
Todos empiezan por sus propias emisiones, procedentes de los edificios que poseen y de la energía que compran. Con el tiempo, tendrán que adentrarse en sus cadenas de suministro —de donde procede 90% de las emisiones de la mayoría de las empresas— y el transporte es un elemento clave.
Cada vez son más los expertos que afirman que la clave para reducir las emisiones en la cadena de suministro es examinar con más detalle lo que ocurre en el mar, los ferrocarriles y las carreteras.
Cuando las empresas miran más de cerca, a menudo descubren que producen menos emisiones de las que creen, y resulta aún más fácil identificar los lugares donde reducirlas.
La mayoría de las empresas que intentan reducir sus emisiones eligen el camino de menor resistencia, explica a Business Insider Pierre Garreau, fundador y CEO de la empresa de tecnología climática Searoutes. Se fijan en el punto de origen y destino de su carga y utilizan multiplicadores ampliamente disponibles para calcular las emisiones. Luego compran derechos de emisión para compensar.
«Hay un montón de gente que únicamente quiere ‘marcar la casilla’», explica Garreau. «Quieren hacer un informe de CO2, y luego quieren ir a comprar bonos de carbono para sentirse mejor consigo mismos».
Searoutes es una de las startups que están intentando convencer a las empresas de que merece la pena prestarles más atención. A veces, Garreau y su equipo analizan con precisión la velocidad de desplazamiento de un transatlántico. Otras veces, identifican lo que él denomina «cosas absurdas»: empresas de logística que zigzaguean por todo el mundo sin motivo aparente.
La startup encuentra oportunidades para que las empresas ahorren emisiones eligiendo diferentes puertos de origen y destino o simplemente una línea marítima distinta. Este trabajo a menudo lleva a las empresas a elegir entre dos transportistas que ofrecen el mismo servicio por el mismo precio con diferentes cargas de CO2, siendo fácil el cambio. Y a veces, los servicios más baratos son mejores para el clima.
«Somos capaces de decirles: ‘Miren, están a 40% de la ejecución óptima’», afirma Garreau. «Y si trabajan con nosotros, les diremos cómo conseguir una reducción del 12% o del 15%».
Searoutes tiene aproximadamente 75 clientes: todas son empresas que tienen mucha carga que mover por el mundo, como Ikea, SharkNinja y BASF.
Las empresas cuyo volumen de carga para los buques aumenta constantemente, como Ikea, tienen que considerar la logística en su conjunto, afirma Garreau. Tienen que estudiar dónde están sus almacenes, qué puerto utilizan, en qué buques cargan, y otras cosas.
Después de que las solicitudes formales de propuestas de los clientes empezaran a incluir información sobre emisiones, el gigante del transporte por carretera Redwood Logistics reforzó su servicio de medición de emisiones.
«Creemos firmemente que, como socio de transporte, proporcionar las emisiones de la carga que transportamos debería ser una obligación», afirma Nate Greensphan, director de producto de Redwood Logistics que supervisa Hyperion, una herramienta digital de sostenibilidad que Redwood lanzó en marzo.
Para empezar, se registra el peso de la carga, los kilómetros recorridos en función de la ruta exacta y el modelo de vehículo que la transporta. La información sobre el servicio del vehículo y la antigüedad de los camiones puede añadir aún más granularidad más adelante.
Hyperion está disponible para todos los clientes de la plataforma de carga de Redwood, pero requiere un trabajo adicional por parte del cliente para ser plenamente eficaz: actualizar los datos internos para asegurarse de que el sistema sabe lo pesados que son los productos y cuánto espacio ocupan, por ejemplo.
«Creo que lo más importante que intentamos enseñar a nuestros clientes —y todo el mundo lo sabe— es que reducir es ecológico. Ahorrar dinero equivale a reducir», afirma Eric Rempel, Director de Innovación de Redwood Logistics.
Hacer cambios en la cadena de suministro con el único propósito de reducir las emisiones sigue siendo un concepto bastante novedoso. Y conseguir que las empresas se inscriban, e incluso paguen, para conocer sus emisiones exactas sigue siendo difícil.
Pero un buen aliciente es que la mayoría de las empresas tienen probablemente menos emisiones de carbono de las que creen, según Julie Gerdeman, directora general de Everstream Analytics, una plataforma de inteligencia de la cadena de suministro.
La plataforma de Everstream recomienda cómo debe viajar la carga, el vehículo en el que debe viajar y la ruta que debe seguir para optimizar la eficiencia y las emisiones. Y con una reciente adquisición, ha añadido datos de transporte marítimo.
Gerdeman afirma que, por lo general, las empresas sobrevaloran sus datos de emisiones, y cuando lo descubren, es el momento eureka.
«Cuando se tiene la granularidad, se tiene la precisión, y entonces ya no se sobreestima», explica.
Las empresas que utilizan tecnología climática de empresas como Searoutes, Redwood Hyperion y Everstream siguen siendo minoría. Pero la demanda de estas herramientas está creciendo y vale la pena invertir en ellas, según las personas que desarrollan esta tecnología, sobre todo por parte de empresas que operan en Europa, donde está entrando en vigor la normativa.
«Estamos entrando en un entorno normativo en el que, en última instancia, muchos países van a tener que empezar a informar», afirma Gerdeman. «Y si aún no lo están haciendo, más vale que empiecen a ponerse las pilas».
Aunque puede que no sea la frase que utiliza para vender a sus clientes en las reuniones, Garreau ve un futuro en el que la inversión en datos reales sobre emisiones sea algo más que una mera cuestión de compliance.
«Imagínate dentro de 30 o 50 años», dice Garreau. «El planeta está muy caliente y no podemos añadir más CO2. Creo que la gente señalará al pasado y querrá saber qué empresas no hicieron su trabajo. Creo que esto podría ser muy desagradable».
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