Tesla y Wall Street hicieron del 2020 el año en que la industria automovilística estadounidense decidió pasarse a la electricidad. La capitalización de mercado de Tesla superó los 600,000 millones de dólares (mdd). Con este valor, la otrora tambaleante empresa fundada por el multimillonario Elon Musk, supera la suma combinada de los cinco fabricantes de vehículos con mayores ventas del mundo.
La culminación llegó el viernes con un nuevo récord en bolsa para Tesla. Esto en medio de una frenética negociación de cara a su entrada en S&P 500 este lunes.
Para 2021, todas las señales apuntan a que la industria acelerará su paso hacia la electrificación. Se trata de un punto de inflexión tan trascendental como el lanzamiento de la cadena de montaje de Ford o la quiebra de General Motors en 2009.
El ascenso de Tesla se produjo el mismo año en que los activistas de fondos de cobertura y otros inversionistas redoblaron la presión para que las empresas tomen más la iniciativa en la lucha contra el cambio climático.
Cada vez hay más pruebas de que los inversionistas han puesto una fecha de caducidad de una década al dominio de un siglo del motor de combustión interna.
De Londres a Pekín pasando por California, los líderes políticos también han adoptado planes. Entre ellos, comenzar a eliminar los vehículos con motores de combustión interna para 2030.
La presión para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero resta lógica a nuevas e importantes inversiones en este tipo de motores. Miles de puestos de trabajo manufacturero están vinculados a la combustión interna en Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Francia, Japón y otros países.
Otras fuerzas poderosas también sacudieron el statu quo de la industria automovilística este año.
La pandemia de Covid-19 despojó a las armadoras de los recursos con los que contaban para financiar la transición al vehículo eléctrico. La rápida recuperación de China ejerció un empuje gravitacional aún más poderoso en las inversiones de la industria.
También fue el año en que la jefa de General Motors, Mary Barra, y otros ejecutivos de la industria comenzaron a replicar a Tesla. Señalan que los costos de las baterías de los vehículos eléctricos pronto podrían alcanzar la paridad con la tecnología de combustión interna.
Aún así, queda por ver si los consumidores —particularmente en Estados Unidos— están dispuestos a dejar las camionetas y vehículos deportivos alimentados con petróleo.
El cambio hacia los vehículos eléctricos acelera una transformación paralela de los vehículos en máquinas digitales. Estos obtienen gran parte de su valor del software que alimenta sus características, como los sistemas de conducción automatizada.
En toda la industria, fabricantes centenarios como Daimler se apresuran en contratar programadores y expertos en inteligencia artificial. La conducción autónoma, flujos de electricidad de baterías y datos de los vehículos sustituyen ahora a los caballos de fuerza. Esas cualidades son la nueva medida de los logros de la ingeniería automovilística.
El uso por parte de Tesla de actualizaciones de software inalámbricas —como ocurre con los teléfonos inteligentes— fue en su momento un rasgo único de la marca de Silicon Valley.
En 2020, la línea de modelos más vendida en Estados Unidos, la camioneta Ford F-150, fue rediseñada para ofrecer actualizaciones de software inalámbricas; así, esa tecnología se hizo más común.
En el mejor de los casos, los vehículos de combustión interna habrían hecho enormes gastos para evolucionar hacia la versión eléctrica. Pero el impacto provocado por la pandemia del nuevo coronavirus restó a los fabricantes dinero y tiempo para adaptarse.
La consultora IHS Markit pronostica que la producción mundial de vehículos no volverá a los niveles de 2019 hasta 2023. Para entonces, los fabricantes de automóviles producirían 20 millones de vehículos menos de los estimados, si la producción se hubiera mantenido en los niveles de 2019.
«Sólo los más ágiles con espíritu darwiniano sobrevivirán», dijo Carlos Tavares, el jefe de Peugeot. Él dirigirá la combinación de Peugeot y Fiat Chrysler cuando se complete esa fusión.
La pandemia también elevó el peso de China en el futuro de la industria. La rápida recuperación de la pandemia del gigante asiático amplificó el atractivo de su mercado para la inversión en el sector. Esto a pesar de la retórica antichina de los políticos estadounidenses y europeos.
El impulso de China para bajar la dependencia del crudo obliga a los fabricantes a desplazar las inversiones hacia vehículos eléctricos de batería e híbridos. Así, vuelve a centrar las actividades de diseño e ingeniería en ciudades como Nagoya, Wolfsburgo y Detroit. Tesla dijo que establecerá un centro de diseño e investigación en China.
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