En enero, el CEO de Moderna, Stéphane Bancel, leía las noticias en su tableta mientras estaba de vacaciones en el sur de Francia. Un titular lo hizo detenerse: «Las autoridades chinas trabajan para resolver el brote de un virus misterioso». Lo publicó The Wall Street Journal, el 6 de enero.
El francés de 48 años escribió un correo electrónico al doctor Barney Graham, un investigador de vacunas en el Instituto de Salud estadounidense (NIH, por sus siglas en inglés) preguntándole lo que sabía de esos casos de neumonía que estaban surgiendo en China.
Graham respondió que aún no sabía de qué virus se trataba, pero en unos días fue identificado como un coronavirus. Bancel le pidió a Graham que le avisara cuando los científicos descubrieran la secuencia genética del virus. Su compañía, Moderna, estaba lista para ponerse manos a la obra.
Ahora, menos de un año después, Moderna y el Instituto de Salud estadounidense han desarrollado una vacuna que parece ser altamente efectiva a la hora de prevenir el COVID-19, la enfermedad causada por este virus. La velocidad con la que Moderna y otro programa, liderado por Pfizer y BioNTech, han trabajado para desarrollar una vacuna contra el nuevo virus no tiene precedentes.
Si ambas vacunas consiguen la autorización de emergencia antes de que termine el año, unos 20 millones de estadounidenses podrían ser inmunizados en diciembre, según científicos del gobierno de Estados Unidos. Esa aprobación urgente podría marcar el principio del fin de este coronavirus en el mundo.
Más allá de la pandemia, Moderna se encuentra ahora entre las compañías que buscan marcar el comienzo de una nueva era en la investigación de vacunas. Su trabajo se basa en tecnologías que son mucho más rápidas que los métodos tradicionales. El nuevo enfoque promete una revolución en la forma en la que se fabricarán las vacunas y, para Moderna, es una oportunidad de tener mayor participación en un mercado valorado en 29,500 millones de dólares (mdd) y dominado por las grandes farmacéuticas.
«No es el mismo juego», dijo Bancel en declaraciones previas a Business Insider. «Nunca hemos visto al virus. No necesitamos hacerlo. Lo que sí necesitamos es su secuencia genética».
De momento, la pandemia continúa. El mundo está viendo cómo los contagios, las hospitalizaciones y los fallecidos aumentan y los expertos temen que la situación se complique en invierno.
Los suministros de la vacuna estarán muy limitados los próximos meses, a pesar de que su producción se está escalando. La gente que es particularmente vulnerable al virus, como los adultos mayores o quienes tienen patologías previas, así como los trabajadores sanitarios, serán los primeros en ser vacunados.
Las inyecciones estarán disponibles para los estadounidenses en primavera o a principios de verano. Quizás incluso a principios de abril, según ha declarado el director del departamento de enfermedades infecciosas del NIH, el doctor Anthony Fauci.
Los inversioinistas no han dudado a la hora de apoyar la visión de Bancel sobre el potencial de Moderna. Las acciones de la compañía han subido un 400% desde principios de año, con una capitalización de casi 33,000 mdd, una de las más altas del sector.
A pesar de su tamaño, Moderna compite codo con codo con gigantes de la industria en la carrera por una vacuna contra el Covid-19. La farmacéutica anunció resultados positivos una semana después de que lo hiciera el equipo de Pfizer y BioNTech. Así lo consiguió:
Moderna tuvo una gran ventaja en la elaboración de una vacuna debido a su larga relación con el departamento de enfermedades infecciosas del NIH, dirigido por Fauci, Graham y el doctor John Mascola.
«Nuestra colaboración con Moderna ha sido extraordinaria», dijo Fauci el 16 de noviembre en una conferencia telefónica con periodistas. «Tenemos relación desde hace muchos años y creo que es una de las cosas que el público no aprecia del todo cuando escucha un anuncio como este. Piensas que es algo que pasó hace unos meses y no es así».
Graham se unió al Centro de Investigación de Vacunas del NIH en el año 2000, cuando se fundó con el objetivo de encontrar la vacuna contra el VIH. Aún está persiguiendo este objetivo. Pero el siglo XXI ha ayudado a dar forma a los objetivos del Centro, a medida que han ido apareciendo pandemias como las causadas por el SARS, el H1N1, el ébola, el MERS y el zika.
El equipo de Graham logró desarrollar antígenos que podían neutralizar estos virus, pero en la práctica se tardó demasiado en utilizarlos para frustrar los brotes de ébola y zika.
«Decidimos que necesitábamos ser más proactivos y empezar a adelantarnos al juego de la preparación para la pandemia», explicó Graham en una entrevista de octubre con Business Insider.
Al buscar un socio que les ayudará a crear vacunas más rápido, el equipo de Graham empezó a trabajar con Moderna en 2017.
El laboratorio de Graham ha mapeado 25 familias de virus que pueden infectar a los humanos y causar problemas masivos a nivel mundial. La idea era elaborar un plano para cada tipo de virus, señalando las debilidades y cómo explotarlas.
Moderna y el NIH empezaron a trabajar en 2 vacunas: una contra el virus del Nipah y otra contra el MERS o síndrome respiratorio del Medio Oriente. Ambas fueron construidas con la tecnología genética de Moderna, un método con potencial pero no probado para el desarrollo de vacunas.
En resumen, las vacunas trabajan con algunas células del virus para que nuestro organismo las reconozca como intrusas. Así, desarrollará anticuerpos para luchar contra futuras infecciones.
Durante décadas, las vacunas han contenido virus muertos o muy debilitados pero, ahora, los avances en genética permiten plantear una vacuna usando solo proteínas hechas por el virus. Ese método fue usado por primera vez en la década de 1980 para elaborar una vacuna contra la hepatitis B.
Moderna quiere ir un paso más allá. En vez de usar virus o proteínas, la tecnología de la compañía necesita solo material genético del virus. La biotecnología trabaja con el ARN mensajero, el material genético que le dice a las células cómo hacer proteínas. La compañía fue fundada en 2010 con la creencia de que esas «moléculas de información» podrían crear una nueva clase de medicinas.
«Lo que probablemente puedes hacer es una nueva clase de medicamentos, vacunas y casi todo», explica a Business Insider Bob Langer, uno de los fundadores de Moderna y afamado profesor del MIT.
Esta visión ha persuadido a los inversionistas para inyectar cifras récord en la compañía: 92.7 millones de euros (mde) en 2013; 379.5 mde en una ronda en 2015; casi otros 400 mde al año siguiente y 421 mde a principios de 2018.
Todo esto culminó en su salida a bolsa en diciembre de 2018, la mayor en el sector de la biotecnología. Moderna recaudó 474 mde y alcanzó una capitalización de mercado de 6,325 mde.
A pesar de estos niveles masivos de financiamiento, la tecnología de Moderna no fue probada hasta 2020. No hay vacunas ni tratamientos con ARN mensajero aprobados y, hasta antes de la pandemia, no había resultados que demostraran que funcionaba en humanos.
En noviembre de 2019, Graham y las autoridades de NIH recorrieron las instalaciones de Moderna. Discutieron con los ejecutivos de la compañía el plan para iniciar las pruebas en humanos de la vacuna del virus Nipah.
Después de intercambiar correos electrónicos a principios de enero sobre el misterioso brote viral en China, Graham y Bancel acordaron que era hora de poner en práctica sus primeras investigaciones.
«Pensamos que, en vez de trabajar sobre algo que podría pasar, ¿por qué no hacerlo sobre algo que está pasando y plantear nuestro proyecto de demostración sobre el coronavirus?», dijo Graham.
Los científicos del NIH atacaron la proteína de «punta», utilizada por el virus para adherirse a las células sanas e infectarlas. La vacuna de ARNm instruye al cuerpo para producir esta proteína, que genera una respuesta inmunológica que ayuda a proteger contra la enfermedad.
Después de que se publicara la secuencia genética del coronavirus el 11 de enero, los equipos tardaron 2 días en finalizar la secuencia genética de la vacuna, denominada ARNm-1273. Con los métodos tradicionales, este proceso puede llevar años.
En las semanas siguientes, el virus se expandió por todo el mundo. Mató a miles de personas entre febrero y marzo y dañó seriamente los mercados financieros. Al mismo tiempo, unos 100 empleados de Moderna, una décima parte de la plantilla, trabajaba junto a científicos del NIH para desarrollar una vacuna contra el coronavirus.
Ese periodo tuvo muchas horas extras y noches cortas, dijo Bancel en una entrevista en marzo, en la que añadió: «Hicieron lo que tenían que hacer».
En la primera vuelta de la carrera, la tecnología de Moderna despuntó. Su colaboración con el equipo de Graham le ayudó a moverse más rápido que nadie. El 24 de febrero, la compañía envió el primer lote de su vacuna experimental a los científicos del NIH en Bethesda, Maryland, Estados Unidos.
El primer voluntario se vacunó el 16 de marzo en Seattle y así empezó el primer ensayo en humanos de una vacuna contra el coronavirus.
Ese primer ensayo estaba compuesto por 45 voluntarios y se les dio al azar una de las 3 dosis para evaluar sus efectos.
En mayo, la compañía publicó los resultados provisionales de ese estudio en un comunicado de prensa, diciendo que todos los participantes desarrollaron anticuerpos. Aún más alentador: las personas que recibieron una dosis más potente produjeron más anticuerpos.
Los resultados de Moderna marcaron un importante pero temprano hito. Los investigadores aún no tenían ni idea de cuántos anticuerpos necesitaban las personas para protegerse del virus, pero los resultados indicaban que Moderna estaba en el camino correcto.
Los inversionistas se animaron durante el proceso, con lo que Moderna alcanzó una capitalización de 25,300 mde. Pero, a medida que la empresa se fue abriendo paso en el ámbito científico, sus ejecutivos también tuvieron que enfrentarse a las críticas.
A las pocas horas de anunciar estos resultados y con una revalorización bursátil del 25%, Moderna hizo públicos sus planes de recaudar casi 1,100 mde con la venta de acciones. Algunos expertos en enfermedades infecciosas denominaron esta manera de proceder como «ciencia por comunicado de prensa» y reclamaron la publicación de los datos subyacentes. Mientras, los organismos de control de la industria, como Lower Drug Prices Now, culparon a Moderna de beneficiarse de la pandemia y especular con su vacuna.
Durante los meses siguientes, algunos de los directivos de Moderna vendieron sus propias acciones de la compañía, enriqueciéndose gracias a la subida en bolsa. Un análisis de Business Insider calcula que se deshicieron de casi 200 mde en títulos en los primeros 9 meses de 2020.
Otra razón que contribuyó al éxito de Moderna fue el apoyo que recibió por parte del gobierno de Estados Unidos; sobre todo después de que este lanzara la Operación Warp Speed en mayo para acelerar el desarrollo de la vacuna.
El ambicioso programa destinó más de 10,000 mde a este fin. En total, Estados Unidos ha canalizado más de 2,000 mdd al programa de Moderna, que incluye tanto investigación como la reserva de 100 millones de dosis.
Con esta inversión, se borraron de un plumazo los cálculos que se utilizan en las decisiones de desarrollo de medicamentos y Moderna, que dejó de preocuparse por los riesgos financieros. Luego, comenzó estudios adicionales más grandes de su vacuna, pese a que aún estaba recibiendo los resultados de investigaciones anteriores.
Normalmente, los ensayos de vacunas constan de 3 fases y, al avanzar, cada estudio se hace más grande y costoso que el anterior. El financiamiento del gobierno estadounidense permitió que ese proceso se hiciera simultáneamente.
El 27 de julio, Moderna y Pfizer lanzaron ensayos con 30,000 voluntarios, diseñados para obtener una respuesta definitiva sobre si sus vacunas experimentales funcionan en humanos y detienen el Covid-19. Estos se conocen como Fase 3.
Durante la carrera por la vacuna, el equipo de Bancel tomó la decisión de relajarse.En las últimas semanas del verano, la Fase 3 de los ensayos de Moderna estaba aceptando voluntarios sin parar.
Desde fuera parecía que el estudio se desarrollaba sin ningún defecto. Pero hubo un problema que hizo que Bancel decidiera cerrar muchos de los lugares de investigación.
A mediados de septiembre, los ensayos de Moderna sumaron 20,000 nuevos voluntarios, pero esos participantes eran en su gran mayoría blancos, un problema que las farmacéuticas llevan tiempo intentando solucionar.
Moderna retrasó intencionadamente el reclutamiento para impulsar la diversidad, cerrando los sitios que no habían atraído a grupos minoritarios.
«Queremos hacer esta vacuna para que, si funciona y es aprobada, la gente la use», dijo Bancel en septiembre. «Sería muy triste si una de las grandes comunidades del país no tuviera suficiente representación y la gente no sintiera que la vacuna es segura y efectiva para su genética».
Para finales de septiembre, casi todos los que se unieron a los ensayos eran de minorías raciales. En total, había unos 11,000 voluntarios, un 37% del estudio.
El 15 de noviembre no fue una mañana tranquila de sábado para Bancel. Estaba ocupado en su despacho esperando los datos más importantes de su carrera.
Sabía que un grupo independiente de expertos se reunía a las 10 de la mañana para revisar los resultados de los ensayos de Moderna por primera vez. Bancel no fue invitado a esa reunión. Poco después del mediodía, su equipo le llamó y le dijo que se uniera a una videollamada: tenían los datos.
Este comité independiente revisó 95 casos de Covid-19 en los ensayos de participantes. Las 90 personas que habían recibido placebo se pusieron enfermas, mientras que solo 5 de las que recibieron la vacuna de Moderna contrajeron la enfermedad.
Eso significa que la vacuna tiene una efectividad del 95% a la hora de prevenir el Covid-19, lo que la hace una de las más potentes en medicina. «Puedes imaginar lo aliviados y felices que estábamos por la posibilidad de ayudar a millones de personas en todo el mundo», declaró Bancel.
Moderna prevé recibir una autorización de emergencia de los reguladores estadounidenses este mes o a principios de diciembre. Con ello, empezarían un proceso de revisión que puede tardar semanas.
Pero, incluso si la vacuna es autorizada, tardará varios meses en estar disponible en Estados Unidos e incluso más en el resto del mundo.
La pandemia está lejos de finalizar, pero tener vacunas efectivas da a la sociedad una herramienta para luchar. Los efectos inmediatos serán limitados, por lo que la gente deberá seguir usando cubrebocas y manteniendo la distancia social.
La visión de Moderna ha estado siempre años por delante y 2020 da impulso a las esperanzas de Bancel sobre lo que su compañía puede llegar a conseguir. La farmacéutica está trabajando en otras vacunas para zika, gripe, citomegalovirus y el virus respiratorio sincitial.
Bancel anticipa que el éxito contra el Covid-19 podría traducirse en la inmunidad frente a otras enfermedades también.
«Es copiar y pegar», explicó. «Así que la vacuna para el zika, para el citomegalovirus… Si esta tiene una eficacia alta, las otras la tendrán también. Es ciencia».
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