En 2018, un manifiesto llamado «No nacemos víctimas» se publicó en el diario El País, en medio de la huelga feminista de ese año que luchaba contra la violencia de género y la desigualdad.
En él, 26 mujeres con grandes puestos manifestaron que las mujeres en España son «personas adultas, libres y responsables».
Según el diario, «estas mujeres de éxito» pedían celebrar el 8M y no revelarse.
La socióloga Olivia García-Velasco les acuñó el síndrome de la abeja reina.
Este síndrome se refiere a las mujeres que ocupan cargos altos dentro de organizaciones públicas y privadas, con «la preferencia de rodearse de hombres para desempeñar esos puestos», dice la tesis de García-Velasco para Doctorado en psciología.
De cuerdo con Olivia, la primera vez que se uso el término fue en 1973, en el artículo «The Queen Bee Syndrome».
Los psicólogos acuñaron el síndrome a mujeres que negaban la discriminación femenina y atribuían su éxito profesional «a méritos propios», sin necesitar ayuda del sistema y «rodeándose de hombres».
Autores aseguran que esta actitud se toma debido a que si una mujer de éxito admite que existe un sistema que discrimina a las mujeres, sus logros pueden reducirse ante la sociedad.
Primordialmente, el síndrome se refiere a una competencia entre mujeres, debido que las llamadas abejas reinas prefieren trabajar con hombres.
«Las mujeres con este síndrome estarían amenazadas por otras mujeres, al final para recibir la atención de otros hombres. Ellas evaluarían de forma negativa a otras mujeres, así como intentarían destruir su éxito», se lee en la tesis de la socióloga.
Otra de las actitudes más comunes de este síndrome es la imitación de un comportamiento masculino o «hetero-normado».
Por lo que se aprobarán conductas de discriminación contra mujeres, al verlas como débiles o rivales.
La psicóloga feminista y activista, Daniela Olaiz, asegura que se empiezan a tomar actitudes «masculinizadas», tras el esfuerzo de romper un techo de cristal a niveles tan altos.
«En estos niveles hay una exigencia de no mostrar ninguna sensibilidad, pero esto se vuelve un arma de doble filo porque esta mujer hacia bajo sabe que los varones que le responden la pueden resentir», explicó.
«Y las mujeres que le reportan van a ser tratadas cómo sus compañeros varones las tratan para poder conservar ese estatus dentro del espacio de liderazgo», agregó.
Sin embargo, la psicóloga asegura que las mujeres que se encuentran en altos niveles se les exige también mantener una apariencia física impecable, debido a que será lo primero que se le juzgará
«También se le va a exigir que dentro de estas actitudes mascunlinazadas ella haga un performance. Habrá mujeres que cuidan su aspecto muchísimo y siempre estarán bien vestidas, elegantes; no repetirán un vestido. Y este tipo de cosas no tendrían relevancia si realmente se masculinazara, porque a los hombres no se los piden esas cosas».
La también activista asegura que la solución para este síndrome es la sororidad, debido que el apoyo entre mujeres podría quitar estigmas.
Según la Universidad Complutense de Madrid, este síndrome podría provocar abusos y acoso laboral.
Por lo que se recomienda, crear consciencia sobre los estigmas que se crean respecto a la convivencia entre mujeres.
«Lo que yo recomiendo es el feminismo, para analizar y entender las interacciones entre mujeres», dice.
«Las mujeres debemos de construir entre nosotras este pacto de sororidad; ser un apoyo incondicional entre nosotras para ser comunidad, porque no se puede llegar solas», concluyó.
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